¡Increíble! Es la palabra
que mejor describe el desfile de Chanel. Sencillamente impresionante.
El maestro Kart Lagerfeld
se aventuró una vez más a interpretar el futuro, una nueva mirada de lo que nos
espera; esta vez devastadora, apocalíptica y sucia… pero siempre con estilo.
El desfile se celebró, como todos los años, en
el Grand Palais de París. El director creativo de la maison convirtió
el emblemático edificio (para sorpresa de los invitados, sentados en austeras
sillas de madera) en un teatro en ruinas, asolado y destruido. Pero, detrás del
escenario, se podía ver una imagen de una ciudad llena de rascacielos
futuristas.
Con este escenario tan
devastador comenzaba la nueva propuesta de Haute Couture para el otoño invierno
de Chanel, The Old
World and The New World. El nombre de la colección ya nos adelantaba lo que
nos esperaba.
Entre
gas, y goteras que salían del techo iban saliendo las creaciones. Una a una
desfilaban por el patio de butacas en una atmósfera nebulosa, borrasa… como si
viniesen de otra era. “La Alta Costura de Karl tiene dos reversos, el modernista y el romántico.
Esta colección, sin duda, proviene del romántico” dijo después del desfile la
directora de Vogue UK, Alexandra Shulman. Y así fueron saliendo las
modelos envueltas en tejidos de tweed. Un desfile romántico, pero un
romanticismo distinto, rígido y de carácter oscuro. Un romanticismo a lo Karl Lagerfeld.
El maestro esta vez jugó
con las chaquetas recortadas y de aire lady, las siluetas vanguardistas
y las capas. Los clásicos trajes de tweed fueron los grandes protagonistas.
Los hombros se llenan de
abalorios o se realzan con líneas muy geométricas. Las cinturas se aligeran de encorsetamientos
y triunfa el talle bajo.
La gran mayoría de las
modelos llevaban botas altas de color topo (muy parecidas a las de la última
colección prêt-à-
porter).
La colección se centra en
4 colores: gris, azul marino, verde militar y blanco.
En cuanto a los tejidos,
como era de esperar, el protagonista fue el tweed. Pero una vez más, Karl
no cae en convencionalismos y lo vuelve a reinventar. Con él no solo se
confeccionan los clásicos trajes de chaqueta y falda, sino que, además, se
combina en patchwork con otras texturas. Todo un acierto.
Los vestidos de noche eran
casi puzzles geométricos, jugaban con las plumas, las lentejuelas y los tejidos
metálicos en forma de armadura, algo que reforzaba aún más la sensación de
futuro/pasado de toda la colección.
Los abalorios metalizados
también aportan un aire futurista a las prendas. Además, rompen la sobriedad de
algunos tejidos. También llaman la atención los paneles tipo mosaico y los pétalos
en relieve.
Durante toda la colección,
Chanel apuesta por el talle bajo de inspiración años 20. Adornando las caderas
con anchos fajines que se asientan delicadamente sobre el cuerpo de as modelos,
sin crear encorsetamientos.
Y como ya nos tenía
acostumbrados de sus últimas colecciones de Alta costura, el desfile terminó
con un vestido de novia. Este año la elegida fue Erin Wasson. La modelo
estadounidense hacía tiempo que estaba apartada de las pasarelas, pero ¿quién
le dice que no a Karl Lagerfeld?
Por todos es conocida la
obsesión, casi teenage, que tiene el kaiser hacia lo irreverente,
lo polémico, lo extravagante… este toque de rebeldía, en sus desfiles
normalmente lo protagonizan los peinados, pero en esta ocasión, se encarnó en
las cejas que lucían las modelos. Al más puro estilo Cara Delevigne. Pues ahora
ya no se llevan las cejas finas, ahora lo cool es llevarlas gruesas, te
dan un toque de malota.
Otro detalle de la colección
que me enamoró, fueron los sombreritos de tweed que lucían algunas de
las modelo. ¡Divinos! ¡Yo quiero uno!
Fueron muchas las celebrities
que viajaron desde todas las partes del mundo para asistir a este espectáculo
de la moda.
En definitiva, Karl Lagerfeld
ha vuelto a triunfar con su nueva mirada al futuro. Un futuro apocalíptico, insólito
y romántico, pero un mundo siempre protagonizado
por el tweed.
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